Sin menospreciar los beneficios que se obtienen a través del vínculo afectivo que se construye con un animal y de la convivencia con el mismo (estamos convencidos de que son fundamentales para mejorar nuestro día a día!), querría hacer hincapié en la cara opuesta de la situación: cuando incorporamos un animal a nuestra rutina diaria, no siempre nos sentimos beneficiados, sino, justamente todo lo contrario.
Incorporar un nuevo miembro a la familia de forma impulsiva y sin asesoramiento previo, puede convertirse en un cóctel de desilusión, frustración, ansiedad, desesperación y estrés. Esto dependerá de nuestras condiciones de vida (espacio en la vivienda, tiempo disponible, cantidad de personas en la familia, edades de los niños, horarios y rutinas, etc.) , de nuestros conocimientos previos (cómo enseñarle a hacer sus cosas fuera de casa, a andar a nuestro lado sin tirar de la correa, a permanecer tranquilo y relajado cuando salimos con amigos…) y sobre todo, de nuestras expectativas, habitualmente desconectadas de la realidad (el perro se llevará genial con los niños, será sociable y cariñoso, no romperá los juguetes ni se comerá los muebles, convertirá en agradables y relajados nuestros paseos, ayudará a mi hijo/a a relacionarse con otros niños, nos ayudará con los niños a la hora de dormir, haremos amigos nuevos en el parque, y un largo etc…).
Lamento decirte que la realidad es otra. En base a nuestra experiencia, lo que hemos observado es que las familias, con su mejor intención y con gran ilusión, han incorporado perros de razas no recomendables (muchas veces aconsejados por personas o instituciones que no tienen los conocimientos necesarios en este ámbito), animales con un temperamento incompatible con los más pequeños de la casa o con los miembros de la familia con diversidad funcional, con problemas de conducta que en ocasiones pueden resultar peligrosos y complicados de solucionar, que necesitan que les dediquen más tiempo y atención del que se dispone y que requieren tener una idea previa de educación canina. Esto produce un caos en el día a día familiar, y el perro pasa de ser el “compañero soñado y deseado” al “problema del que hay que deshacerse de forma urgente”.