Un perro que cura todos los males… por Navidad

Al acercarse las fiestas de fin de año, nos volvemos a encontrar con la temida realidad: la compra / adopción de animales, principalmente perros, como regalo para los niños de la casa. Las probabilidades son altas de que estos animales lleguen a nuestros hogares desde un origen en ocasiones desconocido e insalubre, con una experiencia de vida previa problemática que generará futuros problemas de comportamiento,  y a veces con serias enfermedades que pueden causarle la muerte. Una vez pasada la novedad y el espíritu navideño, suelen transformarse en un problema y ser abandonados o llevados a las protectoras.

Esta circunstancia se agrava aún más con la creencia de que los perros son la solución para las familias que tienen niños con necesidades especiales. Esta nueva moda surge del gran auge de las terapias asistidas con perros, debido a la información errónea que aportan los medios de comunicación masivos.

Hace falta sólo un par de minutos para encontrar en Internet gran cantidad y variedad de artículos sobre los beneficios que los perros aportan a los niños con diversidad funcional. Titulares como “Perros y niños con autismo: un amigo junto al que descubrir el mundo”, “Perros para niños con autismo: un mundo de beneficios” o “Las mejores razas de perros para niños con autismo”, nos abordan por diversas vías (Internet, televisión, prensa escrita, etc.). Con claras buenas intenciones, cualquier persona comenta que ha leído /escuchado / visto que los perros aportan una solución mágica para los niños y las niñas con diversidad funcional. Y en ocasiones, hasta se recomiendan determinadas razas, generalmente las menos adecuadas, sin tampoco tener en cuenta las características del propio individuo canino. Estas publicaciones están muy alejadas de la realidad, no transmiten información correcta y contrastada, y generan expectativas absolutamente irreales en las familias.

Quienes trabajamos en este ámbito nos encontramos con familias realmente desesperadas, que se han dejado llevar por esta moda, han incorporado un perro a su hogar, y no solamente no ha producido ninguna mejora en los niños de la casa, sino que se ha trasformado en otra difícil circunstancia que afrontar.

Os explicamos los motivos. Vayamos por partes…

¿Convivir con una mascota nos aporta beneficios?

SI, y están científicamente comprobados.

Todos los que convivimos con mascotas sabemos que nos aportan bienestar, alegría, compañía, afecto y ocupación. Esto es una apreciación subjetiva de los propietarios. Pero si investigamos un poco más allá, podemos afirmar que está científicamente comprobado que la convivencia con un animal mejora nuestra calidad de vida. Son numerosos los científicos que sostienen que los animales de compañía aportan beneficios saludables para el ser humano, tanto en el área física, como también en la esfera psicológica, emocional y de relación social. En futuras publicaciones en https://www.facebook.com/InterAnimals/ o en este blog, abordaremos este tema en profundidad, por si  quieres iniciarte en el conocimiento de cuánto nos pueden ayudar las mascotas.

En el caso de niños y niñas con diversidad funcional, se han comprobado científicamente que los perros participantes en las actividades con niños, generan, entre otros, los siguientes beneficios: actúan como punto focal para niños con trastornos por déficit de atención, captando la atención del niño y favoreciendo su capacidad de concentración (Davis, 2002)*; aumentan el interés por el juego y mejoran la atención al entorno social (Martin et. Al., 2002); aumentan la utilización de lenguaje verbal favoreciendo la integración social de los niños (Sams et al., 2006); mejoran el compañerismo entre los usuarios, incrementan su integración social, y esto repercute positivamente en la calidad de vida de niños y padres (Burrows et al., 2008). También se ha registrado una mejora en el comportamiento general de los niños participantes, con una disminución de la secreción de cortisol (Viau et al., 2010) y un incremento de respuesta positiva a otras terapias (De Rose et al., 2011).

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Otros beneficios potenciales que se han enunciado: estimular la comunicación concreta, simple y monocanal, utilizando la vía de comunicación visual; constituirse el perro como objeto transicional vivo que le permita estar más seguro en situaciones de ansiedad y desorganización; proporcionar calma y una mejor interacción con el entorno, gracias al ritmo de marcha y movimiento controlado y repetitivo que se da durante el paseo; incrementar la atención, la concentración, el contacto visual y mejorar la transición entre actividades; incrementar la seguridad del niño en lugares públicos, evitando conductas de fuga y permitiendo a los padres tener una mayor tranquilidad; mejorar los patrones de sueño, tanto por la estimulación sensorial altamente reguladora y el tacto profundo que ofrecen a sus usuarios por la noche como por la especial empatía que existe entre los dos tras un período de adaptación.

Entonces… ¿Los perros curan todos los males?

Definitivamente, NO.

Los perros NO son medicinas que curan una enfermedad, NO son terapeutas que guían un proceso terapéutico dirigido por un profesional, y su sola presencia NO es mágica y NO cambia la realidad.

No hay que perder la perspectiva de que los beneficios nombrados anteriormente, provienen de estudios científicos que han sido planificados, dirigidos y monitorizados por profesionales, con la aceptación y colaboración de las personas participantes en el estudio.

Es decir que, para conseguir estos beneficios, detrás hay un equipo de profesionales que han realizado una valoración previa de las necesidades del usuario o de la familia, han establecido unos objetivos claros y concretos acordes a la evaluación realizada y focalizados en mejorar sólo algunos aspectos determinados de la vida de esa familia, mediante actividades terapéuticas específicamente diseñadas para lograr esos fines, y con una estricta evaluación continua de los resultados que se van consiguiendo gradualmente.

En este contexto, los perros son un recurso motivador que pueden utilizar los profesionales del ámbito social, sanitario o educativo, para desarrollar su intervención y conseguir sus fines. Los perros que participan en terapia, educación y ocio asistiendo como acompañantes de los profesionales, han sido debidamente seleccionados, educados y adiestrados, en un proceso que suele extenderse por un año o más, para convertirse en ayudantes de las intervenciones terapéuticas.

Un nuevo miembro en la familia

Sin menospreciar los beneficios que se obtienen a través del vínculo afectivo que se construye con un animal y de la convivencia con el mismo (estamos convencidos de que son fundamentales para mejorar nuestro día a día!), querría hacer hincapié en la cara opuesta de la situación: cuando incorporamos un animal a nuestra rutina diaria, no siempre nos sentimos beneficiados, sino, justamente todo lo contrario.

Incorporar un nuevo miembro a la familia de forma impulsiva y sin asesoramiento previo, puede convertirse en un cóctel de desilusión, frustración, ansiedad, desesperación y estrés. Esto dependerá de nuestras condiciones de vida (espacio en la vivienda, tiempo disponible, cantidad de personas en la familia, edades de los niños, horarios y rutinas, etc.) , de nuestros conocimientos previos (cómo enseñarle a hacer sus cosas fuera de casa, a andar a nuestro lado sin tirar de la correa, a permanecer tranquilo y relajado cuando salimos con amigos…) y sobre todo, de nuestras expectativas, habitualmente desconectadas de la realidad (el perro se llevará genial con los niños, será sociable y cariñoso, no romperá los juguetes ni se comerá los muebles, convertirá en agradables y relajados nuestros paseos, ayudará a mi hijo/a a relacionarse con otros niños, nos ayudará con los niños a la hora de dormir, haremos amigos nuevos en el parque, y un largo etc…).

Lamento decirte que la realidad es otra. En base a nuestra experiencia, lo que hemos observado es que las familias, con su mejor intención y con gran ilusión, han incorporado perros de razas no recomendables (muchas veces aconsejados por personas o instituciones que no tienen los conocimientos necesarios en este ámbito), animales con un temperamento incompatible con los más pequeños de la casa o con los miembros de la familia con diversidad funcional, con problemas de conducta que en ocasiones pueden resultar peligrosos y complicados de solucionar, que necesitan que les dediquen más tiempo y atención del que se dispone y que requieren tener una idea previa de educación canina. Esto produce un caos en el día a día familiar, y el perro pasa de ser el “compañero soñado y deseado” al “problema del que hay que deshacerse de forma urgente”.

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Ya no puedes pasear o descansar tranquilamente ni hablar con otras personas en el parque, porque no sólo has de estar pendiente de los niños, sino también de correr detrás del perro que no obedece, evitar que se pelee con otros perros o que ladre a las personas. En casa la cosa se complica: si el perro es muy activo, su forma de jugar puede no ser compatible con los niños; si es muy ladrador, algunos niños con mayor sensibilidad a los sonidos pueden verse afectados; quizás al animal no le guste que lo toquen o lo abracen continuamente, por lo que gruñe a los niños advirtiéndoles.

¿Y entonces cómo hacemos si queremos un compañero canino en casa que se adapte a nuestra forma de vida?

CADA CASA ES UN MUNDO…  ¡Y CADA PERRO TAMBIÉN!

Cada casa es un mundo y cada habitante de ese mundo tiene una forma de ser, de pensar, de percibir, de sentir, de vivir. Los animales que conviven con nosotros también son únicos e irrepetibles, tienen su propia forma de interactuar con el mundo que les acoge, tienen su propio carácter y temperamento, sus gustos y preferencias, su forma de percibir y sentir es diferente de la nuestra.

No todas las razas de perros ni todos los individuos caninos se acoplan perfectamente a nuestra vida. Nos enamoramos de un animal cuando lo vemos y creemos que es el ideal, centrándonos en su aspecto físico, su color, su tamaño o sus ojos. Pero cuando lo llevamos a casa descubrimos muchos aspectos que no conocíamos y que no sabemos manejar. La inserción de un animal en nuestra vida lleva mucho tiempo de trabajo y lamentablemente, a veces, no termina bien, si no se realizan adecuadamente los pasos previos necesarios.

Un equipo multidisciplinar, de profesionales del mundo canino y, de ser necesario, del ámbito sociosanitario, pueden asesorarte en este proceso, acercándote a la posibilidad de dar este paso tan importante para tu familia de forma segura, teniendo siempre en cuenta las necesidades y expectativas de todo el grupo familiar, asesorándote en el proceso, realizando una valoración previa de la estructura familiar para definir juntos el perro que mejor se adapte a tu día a día, seleccionando al mejor amigo con el que compartirás tu casa y tus paseos,

informándote y formándote para que comprendas a tu perro y sepas como comunicarte y entenderte con él. De esta forma, la llegada de un miembro nuevo a la familia será una experiencia positiva para todos, una oportunidad para aprender a disfrutar de tu nuevo amigo y crear un vínculo afectivo que durará toda la vida. Y si ya tienes perro y todavía quedan cosas que resolver en tu convivencia, no te preocupes que aún estás a tiempo para solucionarlas y disfrutar más y mejor de tu compañero de cuatro patas.

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¿Adopción de un nuevo amigo?

Claro que sí…, pero previo asesoramiento por profesionales… 😉

Y así… ¡todos felices!!!

*Entre paréntesis, apellido del autor principal y año en el que se publicó el estudio científico.

Alejandra Gomes d'Amaral

Alejandra Gomes d'Amaral

“¿Tú qué quieres hacer de tu vida? Yo quiero entender, sentir, cuidar y vivir con los animales.”

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